... o tenemos que hablar
En
muchas ocasiones, la llegada a la adolescencia de los hijos ayuda a
destapar el tarro de las esencias de los conflictos de pareja.
En
multitud de casos, la entrada en esta etapa vital por parte de hijos e hijas,
supone la transformación de la coexistencia tal y como se había conocido hasta
ese momento. Los cambios en las necesidades de los hijos, sus nuevos
comportamientos, su papel descubridor
del mundo, la apertura al exterior de sus intereses, la aparición de los
amigos, el grupo, la urgencia de encontrar el propio espacio vital y el ansia
de libertad para elegir y controlar la propia vida, pueden llegar a
reconfigurar las tipologías de las dinámicas familiares.
Todo
lo dicho y muchas más situaciones posibles, pueden incorporar al menú diario de
las relaciones de familia un plus de esfuerzos por parte de madres y padres.
En
la entrada Estrés y paternidad,
explicábamos de qué manera puede afectar a nuestra vida personal la
interpretación que hacemos de los hechos que acontecen a nuestro alrededor. Se
hablaba del estrés como consecuencia de situaciones amenazantes, que generan en
nosotros un estado de ánimo protagonizado por la tensión.
El
comportamiento de vuestros hijos os obliga como madres y padres que sois, a dar
respuestas a situaciones de toda índole: educativas, sancionadoras,
valorativas, argumentativas, etcétera, etcétera. El hecho de que la educación
de hijos e hijas sea una responsabilidad compartida por ambos progenitores, con
bastante frecuencia puede hacer que los conflictos con aquellos cambien de
acera y, lamentablemente se instalen en la pareja.
Y es
de esto de lo que queremos hablar con este artículo: de las erosiones que la
actividad parental puede llegar a generar en vuestras relaciones de pareja.
A lo
largo de los años, he tenido y tengo que mediar entre parejas muy dañadas,
asoladas por profundas crisis, cuyos orígenes son las diferentes
interpretaciones sobre cómo se ha de educar a los hijos, sobre cómo ha de
corregírseles, sobre cómo hay que imponer la autoridad, sobre qué y cómo hay
que decirles las cosas… Este hecho es más frecuente de lo que podáis imaginar,
aunque, también es cierto, no siempre termina por convertirse en un freno para
el entendimiento entre los cónyuges.
Al
indagar en las insatisfacciones de la pareja, suelen afloran las diferencias
interpretativas sobre la crianza y educación de los hijos y se observa el
choque entre los distintos estilos educativos que avalan su conducta parental.
MAM |
A
causa de la educación que hemos recibido y de nuestro, en muchas ocasiones,
escaso espíritu autocrítico, tendemos a buscar culpables que carguen con la
responsabilidad de todo aquello malo que ocurre a nuestro alrededor. Cuando
esos hechos desagradables son las conductas no deseadas de nuestros hijos,
tenemos fácil eximirnos de responsabilidad culpando a la otra parte, que en
este caso suele ser el otro progenitor.
Es
demasiado blando
Le
permite absolutamente todo
Está
malcriando a mis hijos
No
me ayuda
Me
siento desbordada y sola
Prefiero
que no se entere de lo que hacen porque temo su reacción
Le
da todos los caprichos
No
cuenta conmigo para nada
Me
contradice delante de los niños
Es
muy duro con los niños
Yo
sé que me oculta cosas que hacen mis hijos
Le
da dinero a mis espaldas
Le
levanta mis castigos
Estas
sentencias están recogidas en registros que aplico a las parejas con las que
trabajo y muestran algunos ejemplos de esto que hablamos. Educar a los hijos es
una de las mayores responsabilidades que se pueden tener en la vida y que puede
proporcionar la mayores satisfacciones que podamos sentir jamás, o por el
contrario, puede ser el desencadenante de extraordinarias crisis personales y
de pareja.
Cómo procurarse una parentalidad saludable
Es
fundamental y necesario a la hora de educar, que ambos progenitores tengan una
idea clara y consensuada de la educación que quieren para sus hijos. Esto que
digo, además de evidente, puede parecer una perogrullada, pero reflexionemos un
poco.
¿En
cuantas ocasiones habéis hablado sobre la educación que queréis proporcionarle
a vuestros hijos?, ¿con qué frecuencia os sentáis para hablar de estos temas en
concreto?, ¿cuánto tiempo dedicáis en pareja al tratamiento de los problemas
que surgen de los hijos e hijas?, ¿qué hacéis cuando vuestra propuesta de
solución para nada coincide con la de vuestra pareja?, ¿cómo llegáis a
consenso?, ¿cómo decidís los métodos a utilizar?...
Mi
colega Elena Crespi Asensio, reputada terapeuta de pareja y subdirectora del Institut d'Estudis de la Sexualitat i la Parella, muy acertadamente insiste en
que muchos de nosotros, “aprendemos a
hablar, pero no aprendemos a comunicarnos” y este hecho se torna
especialmente importante en el ámbito de pareja, donde es crucial saber
expresar cuanto se piensa y siente. Es por ello que nuestro consejo es el de
hablar, hablar y hablar, eso sí, con objetivos claros y con actitudes que os
ayuden al encuentro de posturas.
MAM |
Como
muestra de este argumento, al analizar estos hechos en una ocasión, una
pareja me reconoció haber dedicado más tiempo a hablar sobre cómo reformar su vivienda y cómo
hacerlo para evitar las seguras incomodidades durante la misma, que de la
educación de sus hijos en todo ese último año.
Una
vez que se tiene una idea trabajada sobre aquello que deseo, cómo lo quiero y
qué he de hacer para conseguirlo, todo puede resultar más llevadero y sencillo
(tanto como permita la ya de por sí complicada labor de educar).
Mostrar
una dirección educativa coherente también puede ayudaros en vuestro ejercicio
parental. No contradeciros, actuando de igual forma ante el mismo problema y mostrando una imagen sin fisuras ante los hijos. Esto, por supuesto, no significa que no tengáis diferencias a la
hora de interpretar las distintas cuestiones, pero el modo de hablarlo será lejos de vuestros
hijos y cuanto consensuéis, deberá ser la norma a aplicar.
Estos
y algunos otros recursos, pueden ayudar a mejorar sustancialmente vuestras
sensaciones como progenitores y sobre todo, pueden conduciros a hacer de vuestras parejas auténticos aliados
en la causa más noble que os ocupa.
Volveremos
en próximas entregas con más temas que esperamos sean de vuestro agrado.
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Enhorabuena por esas 5000 visitas
ResponderEliminarBesos
Manuela
¡Gracias bonica!
EliminarMuchos besos.
Muy buen análisis, el tema es diferenciar roles y responsabilidades, la pareja es como un equipo de dobles de tenis por ejemplo, cada uno con sus habilidades debe apoyarse para solventar las situaciones difíciles del partido, no aliarse con el contrario. En Sistémica se habla de jerarquías y roles, los padres deben cumplir sus roles como padres, por lo que han de consensuar los criterios más constructivos y mejores para sus hijos sin buscar ni pretender alianzas con los hijos en contra del otro cónyuge (En definitiva comunicación, más comunicación y más comunicación)
ResponderEliminarGracias Juan Pedro.
EliminarTu comentario ejemplifica perfectamente el contenido del artículo.
Saludos