lunes, 24 de septiembre de 2012

Reflexión sobre el uso de drogas...


...o cosas que pasan.


Como cada día sobre las nueve de la tarde (ahora noche), me dispongo a desconectar enfrentándome a una hora de carrera. 

Los primeros metros se hacen más duros, ya que mi organismo se lamenta del cambio repentino de ritmo en mi actividad. No es de extrañar, ya que mi profesión apenas requiere esfuerzo físico alguno, muy al contrario, es muy exigente en el plano intelectual y emocional ya que va dirigida a personas con problemas.

En esos primeros metros mi intención no es otra que ceder todo el protagonismo a mi todavía apto organismo; apto al menos para un rato  de carrera continua. Y he de reconocerles que lo consigo, porque mientras toda mi atención enfoca a mis piernas para que alternen zancadas, logro desvanecer los pensamientos fugaces pero intensos, que me  seducen al abandono y a la vuelta a casa con cervecita fresca y tapa de jamón.

Pese a la tentación, la buena marcha me ha alejado lo suficiente de casa como para rendirme y enfilada la última avenida antes de alcanzar el Parque donde invertiré gran parte de mi hora física, ya tengo ganada la batalla.

Ya en el Parque, hay más gente como yo, corriendo. Otros caminan, patinan, montan en bicicleta, pasean al perro, devoran pipas en un banco, vigilan a sus pequeños mientras éstos comen tierra, otros descubren la pasión entre infinitos besos y prácticas contorsionistas, otros miran como corro, miran a los jóvenes apasionados (con disimulo), conversan por teléfono, conversan en grupos, critican, se desahogan…, en fin, lo normal para un parque.

Tal escenario resulta vivificante: los sonidos, la confluencia de secuencias, situaciones, protagonistas y guiones.
Inmerso en la película ya ni siento cansancio y disfruto del correr, ya no necesito mandarme mensajes de ánimo para continuar, mi mente se libera y, no sin un punto de crueldad, me empuja a competir y querer ser más rápido que los otros corredores.

Al forzar el ritmo necesito mayor aporte de oxígeno, por lo que mi corazón bombea más rápido y mi respiración se torna urgente y apresurada. Entro en éxtasis.

Mis piernas, colibríes ellas, levitan y me llevan a la gloria personal de ser el más veloz del lugar, mientras observo gustoso el quedar atrás de mis falsos contrincantes. Autorrealización.

Una bofetada inesperada bloquea mi garganta. Mis fuerzas desaparecen y esas piernas, antes avecillas, son ahora dos bloques de hormigón.

Me he dado de bruces con el perfume del Parque.
                                         
Es entonces, al atravesar la densa nube de humo de porro, cuando mi respiración se bloquea, solo entonces, cuando reparo en que cuestiones cotidianas, admitidas, consentidas por la mayoría, a veces dañan.

A mí, me ha obligado a frenar la carrera. Fácil arreglo, aunque no siempre es así.

En nuestra sociedad, quizá seamos propensos a mirar hacia otro lado ante situaciones incómodas (consumos de drogas), banalizar, o incluso aceptar con suma facilidad las mismas. Es cuando evoco dónde y con quién trabajo. 

Jóvenes drogadictos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si tienes inquietud o dudas sobre este u otros temas no tratados en el blog, no te lo pienses y deja tu comentario. Te responderemos pronto.